Cuerpo habitado

Los cachos de carne y grasa se abroquelan debajo de la piel mientras el brazo busca un vaso de agua. Quiero la oscuridad en esos momentos que decido no ser mujer ni hombre. No quiero miradas cuando siento que no puedo responder a lo que se espera de mi.
Los poros se abren y se cierran como respondiendo al movimiento de mi palma derecha. Que entonces soy esa parte, cada parte, todas mis partes y algo más.
Los poros sobre mi espalda que se abren sobre la caricia. Las líneas que dibujan las curvas de mis glúteos. El tono de mi boca que se transforma y contrarresta la palidez de mi cuello. Mi genitalidad, mis formas femeninas, que suavizan o compensan mis silencios.
Lo que está dentro y parece que quiere salir pero no sale. Existe en los pulmones y en las costillas. Circula por las venas que llegan a mis extremidades. Laten sobre las pulsiones de mis neuronas y mis nervios. Son el componente que da estructura a mi columna vertebral y baja hasta mis talones. Inhalo, mi cerebro envía información a mis cuerdas vocales pero sólo exhalo aire.

Un cuerpo abraza a otro cuerpo en el silencio de la noche, como si fuera una escena más, como si todo fuera quietud. Un cuerpo masculino besa y propone el giro de un cuerpo femenino. Entonces él besa, acaricia y contempla a un rostro, a un pecho, a un cuerpo que no suele dejarse habitar…

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