Gonzalo

Gonzalo aparece, surge, se multiplica, se constituye como una multiplicidad proyectada hacia la eternidad. No abandona su rol, no asume ninguno. Camina y se pierde, para luego proyectarse en una sala de espejos y perder de esa forma una posición. En la continuidad de los textos, en la representación de las imágenes, en la materialidad de un silencio. Gonzalo se detiene sobre mi puerta y me observa. Se cierran las puertas del subte. Gonzalo se aleja hacia las escaleras. Gonzalo desciende, escucha música en sus grandes auriculares. Realiza un pasito tonto al batir el café, porque está contento, porque le gusta como sabe ese momento. Se sienta en la cama y comparte los chocolates que su madre le ha enviado desde Trelew. Gonzalo Hombre, Gonzalo Niño, Gonzalo Mujer, Gonzalo y todas sus proyecciones se desplazan sobre el tiempo, sobre mi tiempo y ya no recuerdo o sé bien cuándo fue o hace cuanto. Podemos decir que una docena de años, pero han sido como quince y si esto sigue así la mitad de mi tiempo ha transcurrido con la imagen de un cuerpo que no permite ser habitado. Gonzalo emite una opinión en un aula, me mira, sonríe. Gonzalo no sonríe, yo siempre he inventado su sonrisa en los recuerdos: lo mismo el amor. Gonzalo camina de espaldas a mi contemplación, camina sobre los pastos de la salida de la facultad. Gonzalo abandona los estudios. Se sienta sobre esa mesa y llora. Gonzalo me desafía, cuestiona sabiendo que a él le permito cuestionar. Su rostro como una aceituna mal lograda, efímero, distante. Gonzalo es un péndulo que no se detiene, ecléctico. Gonzalo se toma la cabeza al desplomarse, no sabe qué decir y luego me abraza para dormir esa noche, una de nuestras últimas noches, juntos como si lo fuéramos. Gonzalo huye. Gonzalo tiene un teléfono fijo para que no lo encuentren cuando él decide irse y perderse. Gonzalo toma fotografías por la madrugada. Gonzalo cocina para una mujer que no soy yo. Gonzalo no sabe decir, no sabe expresar, no sabe significar aquello que lo sujeta. Gonzalo existe en esa latencia previa a que su boca se mueva, a que sus cuerdas vocales conectadas a sus neuronas emitan algún tipo de sonido que me voy a esforzar en decodificar. Gonzalo y sus manos, sus dedos finos. Gonzalo escuarzo, Gonzalo monstruo, Gonzalo imaginación. Gonzalo en mi fantasía siente. Gonzalo nunca dice, nunca expresa con claridad las ideas y tal vez sea mejor así. Gonzalo responde a través del portero eléctrico de su monoambiente. Gonzalo calla cuando le grito. Gonzalo calla cuando le exijo. Gonzalo calla cuando le pido respuestas. Gonzalo calla cuando me marcho. Gonzalo calla cuando vuelvo. Gonzalo sube sobre sus hombros a nuestro hijo. Gonzalo dice que extraña. Gonzalo dice que el tiempo pasa. Gonzalo cambia el tono de su voz. Gonzalo edita un archivo de sonido. Gonzalo habla por la radio. Gonzalo escribe pero me oculta sus textos. Gonzalo se esconde. Gonzalo piensa en las palabras como insumos para las artesanías de su oficio y a mi me quedan sus silencios. Gonzalo no es historia sólo nudo. Gonzalo chipi chipi. Gonzalo llega borracho a mi departamento. Gonzalo se sienta sobre mi cama y llora. Gonzalo no sabe explicar como fue. Gonzalo suplica. Gonzalo asume. Gonzalo observa la bahía mientras me espera. Gonzalo llega a mis tierras. Gonzalo muere, Gonzalo agoniza, Gonzalo vive. Gonzalo pide perdón, Gonzalo dice que es imperdonable, Gonzalo perdona. Con Gonzalo nunca se sabe que es real. Gonzalo existe.
Gonzalo se detiene sobre una paralela mientras yo me muevo en diagonal. Gonzalo me mira mientras yo miro a Gonzalo y aunque queramos decir algo el movimiento es lo que nos define..

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Siempre pienso cómo será quedar inmortalizada así, desnuda, frente a la mirada de esx otrx. Algo así como hiciste con Gonzalo. Gracias x compartirlo. Sigo leyéndote...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Ulises

Espectros