Ulises

Siempre he tratado de ser Ulises.
En los besos furtivos, en las ganas, en lo periférico, en lo clandestino, en lo impulsivo, en lo estructurado de mi sentipensar.
He huido como forma de amor, desde un subte de la línea B hasta la Avenida más ancha, también en el recorrido hasta el aeropuerto. Pari en soledad y seguí amando. Arroje los mensajes hacia la Antártida aún siguiendo amando. Recorrí la Diagonal 73 de primavera pensando en un cóndor. Me fui de la cueca aquella noche junto con un abogado que se decía poeta, escondimos el vino de los pacos y luego me fui desprendiendo los besos sobre la cordillera.
Le dije que lo quería en el aeropuerto de Panamá antes de llegar a La Habana pero decidió olvidarme antes de que llegue a Lima. Porque tres semanas en Cuba sola eran imperdonables y yo prefiero el vuelo. No valieron las madrugadas a un costado de la ruta.
Me entregue frente a Plaza Italia aunque la luz no estuviera apagada. Apoye las manos sobre las calles de Mendoza mientras escuchaba una composición en piano que llegaba desde Berlín. Cruce los mares, desfile por el Palacio de Versalles, por la zona más dulce de Europa y también por los muros agujereados de la guerra, anduve en bicicleta y me atreví a caminar de la mano junto con Enrique I. Para luego desplomarme sobre unas sabanas blancas de un hotel barato en Roma. ¿Valio la pena? Cada una de las lágrimas que continuaron los siguientes meses.
Fui hasta Barú y descubrí que clase de mar prefería. En Nápoles recupere unos besos que me debían. Pareciera que es más fácil sentir cuando la distancia quiebra la proyección.
En mi boca el sabor de esa rubia, que sólo me quiso cuando le ofreci mezcal. Me hubiera gustado llegar a Puebla, me hubiera gustado volver a Guadalajara. Nunca pude regalarle el libro a esos dulces labios.
Es real que sentí, es real lo que siento. Aunque no sea correspondida por los cánones del amor. No me conformo con lo próximo, no me interesa acordar con el aplauso.
Le he dado mi pecho al escritor, a la periodista, al comunicador, al ingeniero, al docente, al músico, al fotógrafo. Fui musa y mano creadora de tantos orgasmos. Que si soy capaz de construir el amor, que si soy capaz de entregarme, que si en realidad temo. Hoy hiervo en pensamientos y entre tanta quietud me animo a preguntar si la libertad no se transformo en la zona de confort...


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