Espectros

Me despierto sola y más de una docena de cuerpos deambulan por la casa. Uno llora en la cama porque no lo amo como él esperaría que lo haga. Se tapa la cara, trata de ocultar su herida virilidad, dice que me va a llevar a mi casa. Le explico que esta es mi casa, que esa es mi cama, que se vaya de una vez, pero no responde. Llora sentado semidesnudo sobre las sábanas.
Otro va hacia mi placard, abre una puerta larga y me muestra como caen los huesos. "Sos una cazadora" me dice de forma performativa. Y se va repitiendo su certeza, como un eco, que me vibra dentro de los nervios y se me hace pregunta. Me voy por el pasillo y un espectro me traspasa. Impacta en mi el frío, su mirada, su silencio. Quiero decirle algo pero desaparece. El amor ha sido como el agua que se me escurre entre los dedos.
Durante mi andar por el pasillo siento manos que traspasan las paredes y quieren atraparme. De derecha a izquierda siento los susurros de palabras que fueron emitidas pero que ya están muy lejos de acá. También los gritos, los insultos, el llanto y los orgasmos.
Logro llegar hasta la cocina y mientras me preparo el café un fantasma me escribe mensajes en los azulejos. No lo miro, no hace falta, ya conozco sus palabras. Me empieza a temblar el cuerpo, me apoyo sobre la mesada, bebo el café como si hubiera perdido toda mi capacidad de sorpresa y emoción. Tal vez es la culpa de haber destruido o la incomodidad de no haberlo hecho de forma absoluta. Algunos recuerdos se me quedan mirando, estaqueados, firmes en un reclamo que nunca va a terminar. A veces me cruzan en la calle y me miran como si yo fuera el espectro.
Otros me van a negar, como siempre ha sido y no entiendo porque se sientan en mi mesa si hoy yo también los quiero negar. "Volve a lo de siempre, dale... volve a lo único que sabes hacer" escucho. Busco unas galletas en la alacena. Con el tiempo una se va acostumbrando al ritual del sábado. Es inútil tratar de hacer mucho más.


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